HACE 50 AÑOS QUE EL ORGANISTA LOU BENNETT DiO EL
PRIMER CONCIERTO DE JAZZ EN CORUÑA
Hoy, un concierto de jazz en A Coruña,
no es ninguna novedad. Incluso la ciudad cuenta con establecimientos estables
para escuchar esta música en los que, además de los concierto institucionales,
se ofrecen sesiones en directo para los aficionados. Para muchas personas esta
situación, cincuenta años atrás , era, sencillamente una utopía. Difícil ya era
encontrar, en la primera mitad de los años 60, discos de jazz e impensable
poder escuchar en directo a los grandes maestros de esta música. Hoy la utopía,
el sueño – pesadilla en ocasiones -- que algunos teníamos, se ha hecho realidad
sin salir de casa con conciertos estables y festivales que estimulan aficiones
y captan nuevos adeptos para la causa del jazz. Una labor que, en el génesis de
esta historia, estaba reservada a aquellos aficionados que, aún con
escasa información, trataban de iniciar a sus vecinos.
EN UN PRINCIPIO FUERON LAS AUDICIONES
Mis inicios en el jazz datan de la época
de estudiante en Madrid cuando, además de convertirme en un asiduo de las
sesiones matinales del Circo Price, de vez en cuando me dejaba caer por
el Whisky Jazz de la calle Villamagna, para escuchar a los más destacados
jazzmen españoles, como Pedro Iturralde, Vlady Bass o Teté
Montoliú, y a los músicos de la elite jazzística europea y americana, que
aprovechando su paso por la base de Torrejón, se dejaban caer por este club
madrileño.
Al regresar A Coruña, y quedar huérfano de conciertos, mi afición se refugia en
los discos, libros y revistas de jazz que, previo encargo, adquiría en Jesús
Lago y Lago y Discos Miranda de la calle Real, y las Librerías Arenas
y Molist que me reservaban todo lo que caía en su manos sobre jazz, ya
fuera en castellano, francés o ingles. Poco a poco, y con esfuerzo,
adapto mi discoteca a los discos recomendados en esas publicaciones por estilos
y épocas, hasta llegar a tener una columna vertebral sonora con fechas, datos y
comentarios, que empiezo a grabar en cinta magnetofónica. Una vez grabadas las
cintas, solo me faltaba encontrar quien las escuchara para poder compartir
afición. Inicio la confección de un mailing artesanal teniendo como base de
datos a las dependientas de las tiendas a las que preguntaba el nombre de
aquellos clientes que compraban discos de jazz.
El primer nombre que sale a relucir es Jesús Domínguez. El listado
se ve aumentado con el nombre del abogado José Luis Doncel. Contacto con
ellos y les cuento el proyecto de realizar una vez a la semana unas audiciones
de jazz en el Playa Club. La idea va tomando cuerpo y reclutamos para la causa
a Carlos “Carssely” y al periodista Enrique de Arce
Themes que trabajaba en El Ideal Gallego y que había hecho sus
pinitos como batería de jazz durante su estancia en Alemania. Para la primera
audición “enganchamos” a varios amigos, les gustara o no el jazz, y llegamos a
reunir casi 30 personas. Todo un éxito. Con esta materia prima seguí grabando
cintas y el número de asistentes a las audiciones se estabilizó en torno a las
20 personas, entre aficionados y curiosos, cifra que nos hizo soñar con la
creación de un Club de Jazz cuyos miembros abonaran una cuota mensual para que,
cuando la tesorería lo permitiera, realizar conciertos en vivo, que eran al fin
y al cabo, el objetivo del club. Y así empezó el “cuento de la lechera”,
donde los cálculos más optimistas nos llevaban a una masa social rentable de
100 aficionados que pagarían una cuota de inscripción de 1.000 pesetas y un
recibo mensual de 200. Sobre el papel, que lo aguanta todo, el proyecto nos
parecía viable y nos pusimos a ello.
DESPUÉS EL "JAZZ CLUB CORUÑA"
En 1967, para formalizar el proyecto,
celebramos una asamblea de “cuatro” con la intención de elegir Junta Directiva.
De ahí, salí nombrado Presidente y Doncel secretario y tesorero a la vez. Con
el Playa Club como sede social, buscamos nombre y logotipo para el club y
encontramos sin muchos quebraderos de cabeza el de Jazz Club Coruña. El
club ya tenía cuerpo y empezamos a insuflarle espíritu contactando con los
comentaristas musicales de jazz de la época como Palau, Alberto
Mallofré , Paco Montes y Juan Claudio
Cifuentes,“Cifu”, para los amigos.
Al mismo tiempo realizamos
acercamientos a las instituciones y organismos para conseguir un mecenazgo
que nos permitiera seguir construyendo nuestros castillos en el aire con
ciertas garantías de estabilidad. Visitamos a Iglesias de Souza, a la
sazón coordinador en la ciudad de los Festivales de España y le contamos
nuestras cuitas de celebrar un Festival de Jazz en el que tendrían cabida, no
solo los conciertos, sino varias actividades paralelas abiertas a las
inquietudes culturales aportadas por el jazz. Iglesias de Souza, con buen
melómano que era, le gustó la idea, pero , pocas esperanzas nos dió ya
que las contrataciones se hacían directamente del Ministerio en Madrid. El
globo del entusiasmo empezó a desinflarse a los pocos meses, cuando a
pesar de los esfuerzos por captar socios, editando unos “Cuadernos de Jazz” en
los que se recopilaban las audiciones realizadas y poniendo en marcha un
programa semanal en Radio Juventud, la exigua captación de socios nos
hizo bajar del andamio del entusiasmo, poner los pies en el suelo, e ir
cada uno con la afición para su casa.
LOU BENNET: EL PRIMER CONCIERTO
Mayo del 68. Eran tiempos en el que
el free jazz, también conocido como new thing (cosa nueva)
suscitaba con sus dislates estructurales y tonales controversias entre los
aficionados. Mientras en las calles de París se montaban barricadas y en Galicia
se iniciaba el movimiento de Voces Ceibes, uno andaba por Madrid
frecuentando tertulias con el jazz de protagonista. En ellas se escuchaba y
hablaba sobre jazz, y lo hacíamos a destajo en un momento de apasionante
evolución donde se cuestionaban conceptos y actitudes y se creaban intensas
polémicas que sin duda ambientaban el cotarro.
En una de estas tertulias, Paco Montes saca relucir el nombre
del organista Lou Bennett, al que ya había escuchado en alguna ocasión,
que actuaba el día siguiente en el Whisky Jazz. Tomo nota y me acerco hasta el
local que estaba abarrotado y desde una esquina de la barra sigo el concierto
hipnotizado por el juego de piernas del músico sobre el teclado de bajos de su
órgano Hammond . Al terminar el concierto, Lou se acerca a la barra
para saludar a unos amigos y aprovecho la ocasión para agradecerle su
generosidad musical, y con el subidón de ánimo por lo escuchado, le echo pecho
presentándome como presidente de un Club de Jazz. Conversamos y hablamos de la
posibilidad de una actuación en A Coruña . Le interesa. Dejamos la barra y en
una mesa profundizamos sobre el tema. ¿Cuánto cobrarías?, le pregunto,...
¿Cuántos días?, responde, preguntando a la vez.
Utilizo la estrategia gallega, y le contesto con una nueva pregunta... ¿Dime
tú?. Piensa en voz alta y dice que lo mejor sería actuar una semana,... ahora
que sí se quedaba dos, saldría más barato, y tres, más aún. Lo dejamos en 15
días y ajustamos el caché en 15.000 pesetas diarias, más comida y cena. Me
despido de él prometiéndo una contestación. Al regresar A Coruña hago cálculos,
y arrimando las cifras a la afición, más que al sentido empresarial, lo llamo
por teléfono para cerrar fechas: actuaría en el Playa Club con el
guitarrista André Coudain y el batería Pyer Wyboris en
la primera quincena de agosto. Reanimo el Club de Jazz y la promoción del
concierto da resultado
La primera noche el ambiente fue de gala. Las fuerzas vivas de la ciudad
con el alcalde Demetrio Salorio, gran aficionado al jazz, al frente, se movilizaron
para asistir al primer concierto de jazz que se daba en la ciudad. No me lo
podía creer. El trío hacía dos pases por la noche y lo mejor llegaba cuando la
última sesión se prolongaba hasta al amanecer. Un amanecer que se filtraba por
los amplios ventanales del local y marcaba, con el ritmo mortecino y constante
de las olas sobre el arenal de Riazor, el fin de una jornada y el inicio de
otra.
Era una maravilla, una auténtica gozada ver despuntar el día escuchando
las pastosidades sónicas del leslie del Hammond de Lou que se quedaba
enganchado al teclado rebuscando en su brillante técnica, y el espíritu de su
inventiva ilimitada, nuevos caminos de expresión musical. Fueron unas
jornadas musicales imborrables, hoy históricas, que fueron decreciendo en número
de asistentes, pero, aumentando en intensidad musical.
Unas jornadas -- donde
por cierto Lou Bennett compuso la banda sonora de la película “La Vil Seducción
-- que pusieron la primera piedra sobre la que se construyó la pujante afición
al jazz que hoy existe en la ciudad. Por cierto, del Club de Jazz, nunca
más se supo...Keep Swing in !!!...Lou.