“Vuelve Joaquín Sabina y yo, lo
propondría, además de
coruñés de adopción, como pregonero para las fiestas
del
próximo año”.
Nonito Pereira – ( El Ideal Gallego julio
de 1990)
Lo escuché en directo por primera vez en 1979, en La Mandrágora, cueva-café de la Cava Baja madrileña, donde actuaba junto a Javier Krahe y Alberto Pérez. Me había impactado el ambiente bohemio y el chou de aquellos jilgueros que cantaban a la transición recién estrenada con un género musical satírico, ingenioso y humorístico, que provocaba sonoras carcajadas desde la sonrisa cómplice.
Ya fuera de la cueva, y a través del
vinilo, volví a coincidir con Sabina, que andaba acompañado de "Malas compañías",
segundo disco del de Úbeda, editado en 1980 (el primero, Inventario
(1978), había pasado desapercibido).
. Además, canciones compuestas por él habían
triunfado en voces ajenas, como la de Antonio Flores -Pongamos que
hablo de Madrid, número uno de los 40 principales - y Qué demasiao,
que el cantante callejero Pulgarcito había hecho popular en el
programa de televisión Popgrama, que dirigían Carlos Tena y Diego
A. Manrique. Junto a estas canciones, dos temas,
Pasándolo bien y Calle
Melancolía, que con el tiempo llegarían a formar parte de sus grandes
éxitos.
“PRINCESA”
Dos años más tarde, en 1982, me
reencontré con Joaquín a través de una canción en cuyos créditos figuraba como
autor de la letra: Princesa. Radio Cadena Española me había
invitado a formar parte del jurado del Festival del Benidorm. Estrenaba sistema
de votación después del escándalo de la edición anterior, en la que se había
corrido el rumor de que el cantante canario Braulio había comprado a parte del
jurado para ser el vencedor. El lío acabó con la retirada del cantante,
escenificada durante un alto en la interpretación de la canción Con
su mejor amiga, señalada con anterioridad como ganadora. Para evitar
contactos directos, Radio Cadena Española había dispersado a los jurados por
toda España. Debían ejercer su voto a través de las cabeceras regionales de
Radio Juventud, que, en el caso de Galicia, estaba en La Coruña.
En los estudios de Méndez Núñez nos
reunimos comentaristas musicales de las cuatro provincias gallegas para emitir
nuestro voto tras escuchar las canciones finalistas, entre las que se
encontraba Princesa. La interpretaba Juan Antonio Muriel,
compositor de la música. Joaquín Sabina era el autor de la letra.
Sin ánimo de marcarme un tanto a festival
pasado, recuerdo que había dado la máxima puntuación a Princesa, y
no había sido el único. A la hora del recuento de votos, y ante la posibilidad
de que saliera ganadora en la votación del jurado gallego, el director de la
cadena regional, que tenía voz pero no voto, consideró que la letra era un
tanto “escabrosa”. Aún reconociendo que era una buena canción, convenció a los
miembros de jurado para que no le diéramos la máxima puntuación. Y obedecimos.
Años más tarde, conversando con Sabina, le
conté la anécdota y le pregunté el motivo por el que había tardado tanto en
grabarla. La había incluido, casi escondida, al final del disco Juez y
parte (1985). Curiosamente, su respuesta coincidió con la apreciación
del director regional de Radio Juventud: “Después de escrita, tardé mucho en
cantarla y grabarla porque pensé que se me había ido la mano en el tono
agresivo contra la chica. Hoy es insustituible en mis conciertos porque la
impuso el público”.
Al final, la victoria en Benidorm fue para
José Umbral, con Y te quiero, tema compuesto por Luis Fierro del
que nadie se acuerda. Mientras, Princesa es una de las mejores canciones de
Sabina. Aunque acelerada y enrockerizada, sigue presente en los
todos sus conciertos como si no hubieran pasado los años por ella.
PONGAMOS QUE HABLO DE (UN VIAJE A) MADRID
Mayo del 1986. En una visita del alcalde
Paco Vázquez a los estudios de Antena 3, me pregunta cómo va el programa de
fiestas para el verano. Por aquel entonces, yo era el asesor artístico del
Concejal de Fiestas Sánchez Penas. “Ni idea”, le respondo. ”Pues coged mañana
mismo el coche, id a Madrid y no volváis sin un programa”. Ante este mandato
imperativo, cogemos mi coche y nos desplazamos a Madrid para cerrar alguna
contratación de relumbrón que pueda hacer resplandecer el programa de fiestas.
El tema está chungo, pues a
esas alturas prácticamente todos los artistas con tirón tienen las fechas
comprometidas. Hago un previo recorrido telefónico por mis amistades de las
discográficas, que nos echan una mano anunciando nuestra próxima visita a los
mánager de diferentes artistas. Mano de santo.
La primera visita es al mánager de Víctor
Manuel y Ana Belén, que están arrasando con el disco doble Para la
ternura siempre hay tiempo, que incluye la canción La puerta de
Alcalá, composición del grupo Suburbano. El recibimiento es atento y
cordial, pero al mostrar nuestro interés por contratarlos recibimos un jarro de
agua fría: “Lo siento, pero, están cubiertas todas las fechas”. Reacciono al
instante, le hablo de mis buenas relaciones con Víctor y Ana y muestro interés
por hablar con Víctor por teléfono.
El mánager accede, y le cuento la
situación a Víctor, que quiere hablar con el representante. Hablan y, tras la conversación,
se abre una puerta a la esperanza. Hay una fecha que no está confirmada, y,
maravillosa casualidad, coincide con las fechas que llevamos anotadas.
Tras asumir el caché, confirmamos de
inmediato la fecha y salimos de la oficina con destino a la de Joan Manuel
Serrat. Nos atiende Berry, quien ya estaba al tanto de nuestra visita por
una llamada desde las alturas de la compañía discográfica. Ajuste de fechas y
contrato cerrado para el concierto de Serrat, que presentaba su disco El
sur también existe (1985).
Pletóricos de optimismo por lo bien que
están saliendo las cosas, nuestro próximo objetivo es Joaquín Sabina, cuyo
disco Joaquín Sabina y Viceversa en directo (1986) lo está
llevando a la cima de la popularidad. Nos recibe Paco Lucena, Don
Lucena, al que conozco por haber coincidido en presentaciones discográficas
de otros artistas suyos. Ese conocimiento previo, junto a mis credenciales
profesionales, allana el camino para encontrar una fecha libre de Sabina
y Viceversa, fecha que coincidiera con nuestras pretensiones.
Y así, con este trío de ases, gestionado
en un día, emprendemos eufóricos el viaje de vuelta a La Coruña.
LLEGA EL VERANO DE 1986
Y con él, con el verano de 1986, llega
Sabina por primera vez que Sabina a un escenario coruñés: el del Palacio de los
Deportes. Viene con Viceversa (Manuel Rodríguez y Pancho Varona, a la guitarra;
Javier Martínez, al bajo; Paco Beneyto, a la batería; y Tere Carrillo, a los
coros), y precedido de un éxito espectacular en sus directos. A esas alturas de
su carrera, ya es una especie de Dylan en el momento que se electrificó junto a
The Band.
Entre mis funciones de asesoramiento
artístico figura, por el conocimiento del medio, supervisar los raiders y
atender a los artistas, con los que en algunos casos mantengo amistad. Para
aliviar la tarea de la asistencia artística, la Concejalía de Fiestas cree
conveniente reforzar el trato con la contratación de una relaciones públicas de
“buen ver”, para que estuviera pendiente de las necesidades de los músicos
(catering, desplazamientos y demás). La elegida es una simpática rubia, de ojos
verdes y cuerpo esbelto. Una ninfa coruñesa.
Cuando presento a la relaciones públicas a
Sabina, sus primeras palabras son para alabar el buen gusto que se ha tenido en
la elección y pasar de inmediato a tirarle los tejos. Mientras, Pancho Varona,
sonriendo, dice: “Es que es muy enamoradizo”. Es todo un flechazo.
Momentos antes del concierto, se
acercan al backstage dos amigos míos, Mili Peña y Chato Dopeso, para que
los llevara a los camerinos con la intención de saludar a Joaquín, al que según
ellos habían conocido en Londres, creo recordar que en un bar donde
actuaba llamado Mexicano-Taberna . Cuenta Sabina que allí tocó
ante George Harrison, que celebraba su cumpleaños, y que el ex-beatle, ante la
felicitación musical de Sabina, le entregó cinco libras de propina.
Se lo comunico a Joaquín y me dice que
quede con ellos para tomar una copa después de la actuación en el Playa Club. Y
así lo hago.
Acaba el concierto y, con algunos
componentes de Viceversa, nos dirigimos al Playa después de que Sabina me
preguntara si la relaciones públicas iba a venir con nosotros. Como su trabajo
ya había terminado, hablo con ella y la invito a unirse al grupo. Acepta. Al
verla, Joaquín me da un abrazo:
“Nonito, eres el más grande”, me elogia "canallescamente".
Tras un buen rato, nos fuimos hasta
la discoteca Pirámide, en Juan Flórez, para enseñarle a Sabina la nuit coruñesa.
Nos recibieron los hermanos Saavedra, Carlos y José Luís, y en un ambiente
distendido emergió el Sabina nocherniego, desplegando sus
dotes oratorias y amatorias – su labia es
un arma demoledora – acompañadas con un sentido del humor, bastante cabrón,
pero muy sano, de impacto directo. Fue un trasnoche intenso,
lleno de audacias que surgían del desafío verbal de Sabina, lleno de filigranas
poéticas, donde la teórica de la lucidez – que no esta reñida con la diversión
– marcaba las horas en las que descubrí al Sabina en estado impuro,
disfrutando de los placeres de la noche, de amar y ser amado tras el
delicioso velo del juego de la seducción.
Allí, casi nos “dieron las diez”... Cuando
salimos ya era de día... y dando tumbos de romanticismo, finalmente
un ramo de flores a domicilio – creo que de rosas rojas –
perfumo lo que sería un compromiso con aquella ninfa coruñesa.
Cuenta la leyenda que
fue en aquella noche, con flechazo por medio, la que
inspiró estrofas de esa canción que discurre en un “pueblo con mar” donde nació
, gracias a la serendipidad -- que es la capacidad que
tienen algunas personas, como Sabina, de realizar descubrimientos de
manera accidental – un romance que duró varios años.
Tal vez si o tal vez no…Sabina siempre se
ríe cuando lo comentamos.
ESA VOZ ES MÍA
A partir de aquel día, La Coruña se
convierte en una de las ciudades favoritas de Joaquín, que la incluye en todas
sus giras. Sus visitas van fraguando una amistad activa en animadas tertulias
noctámbulas. Con el paso del tiempo y con la nicotínica ayuda del tabaco se van
coloreando sus cuerdas vocales, enjuagadas con whisky, hacia tonalidades
quebradas por la ronquera, tonalidades próximas al sonido chapapote.
Unos matices vocales personalizados que el que escribe luce desde hace tiempo y
que, precisamente, motivaban chascarrillos de Sabina como el que sigue:
“Nonito, cuando sea mayor quiero tener tu voz”. Y llegó el día en que Sabina se
hizo mayor.
En 1998, tras publicar Enemigos
íntimos con el músico argentino Fito Paéz (título premonitorio, ya que
acabaron siendo enemigos más allá de la intimidad), Sabina empieza a grabar el
disco 19 días y 500 noches (1999). Amigos comunes
-Miguel Ríos y Víctor Manuel - me cuentan que le está costando sacar adelante
la grabación por problemas con la voz. En nuestro primer encuentro después de
la edición de este disco, tras el abrazo de rigor, va y me dice con ese sentido
del humor bastante cabrón del que hace gala: “¡Nonito, por fin ya tengo tu
voz!”. “Enhorabuena, ya iba siendo hora“, le respondo entre risas.
“¿DÓNDE LA TENÍAS ESCONDIDA?”
Después de que el 17 de junio 9.000
personas vibraran con el concierto de la gira 19 días y 500 noches,
me acerco con mi mujer al camerino para saludar a Sabina, que estaba
recuperándose de la asfixia y el cansancio de casi tres horas de actuación. Le
presento a María Dolores, mi esposa, y se va hacía ella para estamparle dos
besos tras preguntar: “¿Dónde tenías escondida esta belleza?”. Acto seguido,
empieza a tejer su red de seducción. Mi mujer me mira con cara de
circunstancias. La compañera sentimental de Sabina, a nuestro lado, me dice:
“¡Parece mentira Nonito que, conociendo como conoces a Joaquín, le presentes a
tu mujer!” (Risas).
Al despedirnos, me encarga que haga una
gestión: recuperar un soneto muy especial que le había dedicado a aquella
muchacha coruñesa que había conocido en 1986, por la que siempre pregunta.
Quiere incluirlo en un libro de poesías que está preparando y hacerlo canción.
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