CONCIERTO HISTÓRICO DE IRON MAIDEN
La ola heavy
El 23 de mayo del 2003, llegó al
Coliseo de A Coruña Iron Maiden --Tour Dance Of Death -- y la Dama de Hierro
lo abandonó, con las 12.000 personas que lo abarrotaban puestas en pié bailando
y cantando Run To The Hill , en un final inenarrable. Tanto es así que
el manager Rod Smallwood se emocionó, a pié de escenario, con tan intensa despedida, al igual que lo
hizo el cantante Bruce Dickinson, en palabras de mi buen amigo Luis Rovira, hombre
fuerte de Gamerco, quién junto a Pino Sangliocco estuvo supervisando el concierto para que los guiris,
siempre moscas cojoneras, quedaran satisfechos. Como así fue.
Los piropos de Mariscal Romero
Era la primera vez que esta
leyenda del metal rock llegaba a A Coruña a bordo del Give Me Ed…’Til I’m Dead Tour 2003 , y
la ciudad los recibió como se merecían con miles de almas metálicas y un ambiente
increíble de pasión y entrega, según testimonio escrito en la revista
especializada Kerrang!, por Mariscal Romero, locutor de radio que desde
los 70 viene apoyando con todas sus fuerzas al rock duro y al heavy metal
convirtiéndose en un indispensable
de la historia del rock duro español que, en 1975 al grito de guerra de Viva el
rollo, puso en la escena discográfica
un recopilatorio de grupos rock españoles .Con el presencie buena parte del
concierto mostrando mi admiración por lo visto y escuchado. Un entusiasmo que
el dio forma en la prensa escrita nacional: Ví el concierto junto a toda una
leyenda de la radio y prensa musical gallega. El gran Nonito Pereira que junto
a algunas gentes de la politica local – se refería al presidente de la Diputación , Santiago Fernández Moreda -- no salían del asombro de ver a tanta
peña respondiendo a la llamada del metal.
El concierto prometía y acabo convirtiéndose
en una romería primaveral a ritmo de temas memorables en la que el Coliseo fue
testigo del buen rollo y ausencia de incidentes en una gran noche de rock.
Desde de el principio el quinteto dejó
la piel sobre el escenario llevando en volandas
a su público rendido desde la primera canción , refugiándose en el
sonido metálico y apocalíptico con el que triunfaron en los años ochenta.
Aparecieron con casi total
puntualidad, el bajista Seteve Harris, los guitarras David Murray, Adrian Smith
y Janick Gers, y el batería Nico McBrain, y tras los primeros acordes de uno de
sus temas más emblemáticos, The number of the beast, salió a escena el
cantante Bruce Dickinson. Todo el primer bloque del concierto estuvo dominado
por viejos temas de los años 80, como The Trooper , Die with the boots on,
Revelations y Hallowed thy name, una de sus piezas más emblemáticas,
que fue recibida con grandes gritos del respetable, que no dejó de botar
durante casi dos horas.
El pasado más remoto estuvo
representado por uno de sus primeros temas, 22 Acacias Av, de su álbum
de debut Iron Maiden (1976), y fue esa canción la que dio paso al futuro,
ya que Dickinson presentó Wildest Dreams como un anticipo del álbum que
publicarán en septiembre. Volvieron al pasado con The wicker man, al que
siguió Breve new world, título de su último álbum de estudio y que
supuso el regreso de Bruce a la banda en el año 2000.
Fue el propio Dickinson el
encargado de recordar que en esto del metal no existe ni el blue, black,
gost o speed, sino el único y jodido metal que existe es el nuestro. Llevamos
25 años y - 50 millones de álbumes
vendidos, luchando contra las emisoras
de radio que no nos pinchan, y estamos aquí porque vosotros estáis aquí",
dijo. Tras Fear of the dark, cerraron el concierto, como hace desde hace
25 años, con su himno personal, Iron Maiden. Pero no todo todo terminó ahí y para los bíses
se guardaron otros tres clásicos, Bring your daugther, Two minutes to
midnight y Run to the hills.
Como suele ser habitual, en el concierto perdí de vista
a mi mujer que se quedó
al resguardo de una cargada atmósfera ambiental en un lateral de la grada próximo a
la entrada de prensa y me dedique a
deambular por el recinto para visualizar y hacer tomas de sonido desde
diferentes ángulos y de cerveza en la barra. A mayores, ese día, Jesús Manzano,
uno de los grandes responsables, junto al concejal Eduardo Blanco, de que el circuito de las estrellas llegara a A
Coruña en su día, me avisó de la presencia de Luis Rovira en el back stage.
Para poder bajar a saludarlo, Jesús llamó a Kata, toda una institución y hombre
referencial en los grandes montajes de grandes espectáculos – fue el encargado de poner en pié toda la infraestructura
del Concierto de los Mil Años (1993) en
Riazor – y tras darnos el abrazo de rigor me hace llegar una acreditación de All Areas
con la que fui al encuentro de Rovira. A pié de escenario el espectáculo era
impresionante. Una marea negra de camisetas con el anagrama de Iron
Maiden inundaba el recinto con constantes flujos y reflujos rítmicos. Una
visión espectacular que imponía.
Mi mujer…empapada
Cuando el concierto tocaba a su
fin, fui al encuentro de mi mujer y me encontré con la zona en la que estaba
inundada por una gran ola provocada por la satisfacción de disfrutar de
un conciertazo por parte de los asistentes. Hasta ahí, todo normal. La anormalidad
llegó cuando al finalizar el
concierto veo que mi mujer, sonriendo, viene hacia mi rodeada de una decena de
jóvenes rockeros que la vitoreaban… Uno de ellos hace de portavoz y me
dice: Colega vaya mujer más enrollada que tienes…¡ojalá mis viejos fueran
así!.
Camino del coche, le pregunto a
mi mujer que había pasado y entre risas me cuenta que cuando estaba sentada , a su lado llegó un
grupo de jóvenes que empezaron a cantar y bailar de pié: Yo era la abuelita
de todos y no las tenía mucho conmigo y ya estaba pensando en cambiarme de
sitio cuando el de mi lado pregunta si me molestaba que fumara…le digo que no y corre la bola a
toda la fila que se pone de pie y empiezan a hacerme la ola que aumenta de
tamaño con las filas vecinas…¡Que vergüenza pasé!.
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario