Y
YO SIN ENTERARME...
En los años 70, las
mesas de las salas de espera de las compañías multinacionales RCA, EMI, CBS, Phillips
y Polydor estaban llenas de las más prestigiosas revistas musicales
norteamericanas, o sea, Record World y Billboard. Bien en inglés
o en la edición de lengua española para el mercado latino, uno se enteraba de
la actualidad musical estadounidenses, a la que costaba acceder ya que dichas
publicaciones solo se podían encontrar en algunas librerías especializadas de
las grandes capitales, que no en La Coruña. Junto a las listas de éxitos y los
premios Record World y Billboard con los que anualmente se
prestigiaba a los artistas y productores –la importancia concedida a los
productores en Norteamérica siempre fue pareja a la que se le da a los
directores de cine– uno se topaba con críticas y comentarios de grupos y
artistas inalcanzables para el aficionado español, ya que sus discos no eran
editados en nuestro país por considerar los A&R internacionales de las
multinacionales, encargados de dar luz verde a su edición, que no había mercado
para ello.
Las revistas en cuestión llegaban
a las salas de espera tras ser leídas por la cúpula directiva de las
discográficas para enterarse de cómo iban sus artistas y los de la competencia en
los hit parade internacionales. Su lectura era obligatoria para los
ejecutivos. Para mí, era una fuente de documentación de primer orden. Tanto es
así que muchas veces lamentaba que la espera para entrar en los despachos se
hiciera corta y sólo me diera tiempo a hojearlas. En vista de ello, acabé por distraer
sistemáticamente en mis visitas algunas de esas publicaciones, con las que me
ponía al loro de lo que pasaba en el mundo de la música.
Lejos estaba de pensar, ni
remotamente, que algún día mi nombre saliera a relucir en alguna de estas prestigiosas
revistas, y mucho menos como galardonado en el apartado de Mejor Productor
Regional 1977. Lo fui por la producción ejecutiva realizada con los discos Fonte
do Araño y Milladoiro, de Antón Seoane y Rodrigo Romaní para el
sello discográfico gallego Abrente distribuido por Zafiro.
Cuando desde la delegación en
Madrid de Record World me comunican que había sido premiado me quedé
anonadado. Me costó encajar que mi nombre saliera en la lista de los mejores,
en la edición para el mercado de habla hispana, de esta prestigiosa revista
especializada a nivel mundial. Y allí estaba yo en un apartado que denominado
por entonces regional equivaldría hoy al de world music.
Me fui a recogerlo a Madrid, a la
sala Florida Park , donde se hizo la entrega de los Record World que habían
recaído en artistas y productores españoles. Allí, entre felicitaciones, recogí
el premio y tras vivir “momentos de
gloria”, volví a La Coruña, donde bajé de la nube, y no sólo por aterrizar en
el aeropuerto de Alvedro. Eran otros tiempos, en los que los medios de
comunicación, con excepciones, dedicaban un discreto tratamiento periodístico a
la actualidad musical. El premio obtenido, que sí fue aireado en el ambiente
musical español, pasó por aquí desapercibido, y fue directamente a una
estantería, ocupando un lugar de honor – por supuesto– en mi currículo.
¡A POR EL SIDOL!
Pasa el tiempo y el brillo del trofeo Record World se va
oscureciendo, hasta que un día, el 6 de julio de 1993, entro en Internet para
obtener información sobre el fallecimiento de Fernando Arbex. Y leo:
“Fallece
tras una larga enfermedad Fernando Arbex, compositor y fundador de Los Brincos.
El músico y compositor Fernando Arbex ha fallecido el sábado en Madrid tras una
larga enfermedad. Los restos mortales del músico madrileño, uno de los
fundadores del grupo Los Brincos y tres años seguidos ganador del Premio
Internacional de Música Record World (los actuales premios Grammy),
han sido trasladados al tanatorio de la M-30 de Madrid. Su entierro será este
domingo en el cementerio de Torrelodones”.
Doy un brinco al enterarme que el
Premio Internacional de Música del Record World equivale a “los actuales
premios Grammy Latinos”. Busco más información y confirmo que, a partir
del 13 de septiembre del 2000, el Record World pasa a ser el Grammy
en su versión latina (la primera entrega como tal se realiza en el Staples
Center de Los Angeles en portugués y español). Lo hacen así para subsanar los olvidos de las ediciones de los Grammy
en versión anglosajona que no concedían la importancia que en realidad tiene a la
música latina en el mundo.
Tras la confirmación de que soy
poseedor de un premio Record World que hoy equivale a un Grammy
Latino voy a la estantería con una bayeta y un frasco de Sidol para
dar brillo a mi trofeo al tiempo que para mis adentros grito “¡tengo un Grammy
Latino!
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