PUCHO BOEDO: UN “CROONER” EN EL FIN
DEL MUNDO”
Así lo denominó acertadamente
Xurxo Souto, uno de los muchos incondicionales de Pucho Boedo, director y
guionista de un documental del mismo nombre que repasa la ajetreada vida
de este cantante, uno de los grandes mitos de la canción gallega, que supo
tocar, con su voz “agarimosa”, profunda, teñida de sentimiento, la fibra
emocional de muchos miles de personas que lo recuerdan más allá del tiempo y la
distancia.
Estas que a continuación se pueden
leer, son algunas secuencias en las que él y yo, caminamos por los senderos de la amistad
¡CÁNTALA OTRA VEZ PUCHO…!
NOCHES DE “CASABLANCA”
Conocí a
Pucho una noche de “cabaret” madrileña de 1961.Aunque plenamente integrado en el ambiente de la
gran ciudad, uno andaba con la morriña a cuestas, y a poco que la oportunidad
lo permitiera, ejercía de gallego con visitas al Centro Gallego de la calle
Carretas y a bares donde el producto (vino turbio do Ribeiro incluido) llevará
la denominación de origen de la tierra. Nunca canté más gallegadas que durante
mi época de estudiante en Madrid.
Recuerdo que me había comprado en Discos Algueró un E.P. del quinteto gallego Los Españoles que llevaba por título Baile el twist con Los Españoles y que incluía las canciones Bailando twist, Chiquitina, Que tengas suerte y Todo el amor del mundo. Cada vez que iba de guateque lo llevaba conmigo y, cuando veía anunciada su actuación en alguna sala de fiestas madrileña, sufría un bajón anímico por no poder ir a verlos. Mi economía estudiantil me tenía prohibido alternar en esos circuitos sólo para adultos.
Un día, leo en el tablero de anuncios de la Sala de Fiestas Casablanca la actuación de otro grupo gallego, Los Tamara. Eran, junto a Los Españoles, uno de los combos de más prestigio de las noches madrileñas. ¡Pena de no poder verlos! El precio de la entrada era lo suficientemente elocuente para alejar de mi cualquier tentación. No obstante, me quedé con la copla por sí surgía alguna oportunidad para ver y oír a mis paisanos que, sin conocerlos personalmente, me traían recuerdos de mi tierra trasladándome mentalmente a la Sala de Fiestas del Seijal o alguna verbena donde habían tocado.
La oportunidad llegó cuando recibí en la residencia la
llamada de un familiar que estaba de paso en Madrid y me invitaba a cenar con él. Mientras ponía al
día el hambre atrasada en el Schotis – restaurante de la Cava Baja donde
trabajaba de camarero el hoy famoso Lucio --, dejo caer el anuncio de la
actuación de Los Tamara en la Sala de
Fiestas Casablanca para introducirla en el recorrido de la noche madrileña,
como así fue. Iríamos a Casablanca pero antes pararíamos en la Gran Vía para
que nos hicieran un agasajo postinero en
Chicote, parada y fonda de la intelectualidad y de las chicas guapas.
Allí nos tomamos un café y unas copas para seguir camino al Casablanca.
Era la primera vez que entraba en
una sala de fiestas en Madrid y el ambiente era nuevo para mí. El local estaba
abarrotado y sólo con propina logramos una mesa en las proximidades de la pista,
que estaba repleta de parejas bailando al son de una orquesta. Había unas
mujeres despampanantes que iban de un lado para otro saludando a los clientes
masculinos y esperaba que se acercaran a nuestra mesa para poder invitarlas a
bailar.
Al cabo de poco tiempo de estar
instalados en la mesa, el grupo que está sobre el escenario toca el tema Té para dos (con el tiempo y nuevas
visitas a salas de fiestas llegaría a la conclusión de que este tema era la consigna para el cambio de orquestas)
mientras la plataforma empieza a girar hasta que en su lugar aparecen, también
interpretando la misma canción, Los Tamara con Pucho Boedo y otro cantante, creo que recordar
que filipino, que se encargaba del repertorio moderno.
La pista, vacía durante el cambio de orquestas, vuelve a llenarse con
las canciones de Los Tamara y yo, en vista de que ninguna chica se acercaba a
nuestra mesa, me dirijo hacía la barra e invito a una a bailar. Me mira de
arriba a abajo y después de la inspección me despide con un “eres muy joven
para estar aquí…”
Regreso a la mesa y sigo de cerca,
pero sentado, las evoluciones de un Pucho Boedo que, mientras canta, no deja de
saludar a la gente y de dedicar canciones a sus paisanos de La Coruña, Orense,
Vigo, Ferrol, Lugo... Una de ellas cae en nuestra mesa y me hace sentir
importante. Parecía que media Galicia estaba dentro del Casablanca.
Nuevo cambio de orquesta y con él
Pucho Boedo abandona el escenario y se da una vuelta por la sala saludando a
sus amistades. Cuando llega a nuestra mesa me lo presentan y me quedo henchido
de satisfacción. Sigue su recorrido mientras mi familiar toca retirada. Visto y
oído el primer pase de Los Tamara era hora de marchar, pero, yo lo estaba pasando
francamente bien, aunque fuera de mirón, y hago saber mi intención de
prolongar mi estancia un poco más. Y allí me quedó, después de que mi familiar
me arrimara, por encargo paterno, un poco de dinero para llegar hasta fin de
mes.
El sorbito de champán...
Al quedarme solo en la mesa,
recibo de inmediato la visita del camarero que, muy profesional, recoge los
vasos vacíos y me pregunta que voy a
tomar. Me lo pienso y, con dinero fresco en el bolsillo, me lanzo a pedir un
whisky... El camarero, a la vista de mi juventud, se siente obligado a decirme
el precio de la consumición, que me pone colorado pero, con aires externos de
suficiencia, aguanto el impacto e insisto... ¡whisky por favor!
Mientras espero ser servido
inspecciono el local recorriendo con mi mirada el plantel de chicas cañón
que allí hay y observo cómo una de ellas, que está sentada en una mesa vecina,
me aguanta la mirada. Llega el camarero, me sirve la consumición y me da la
nota para que pague de inmediato.
Así lo hago y cuando se retira me
encuentro con la chica de la mirada a mi lado pidiéndome fuego. Se lo
doy y le ofrezco una silla, al tiempo que recurro a los tópicos de presentación
preguntando por su nombre. Me lo dice, le digo el mío, y en la creencia de que
es un diminutivo, me da el suyo para darme confianza en el trato.
Pues eso… Empezamos a hablar y, en
plena conversación, levanta un brazo llamando la atención del camarero que se
acerca a la mesa solícito. “¿Qué va a ser?”, pregunta y sin darme tiempo a
nada, la chica responde “¡ champán!”. El
camarero busca con la mirada mi aprobación, se la doy y, a los pocos minutos,
tengo sobre la mesa una botella de champán, y otra chica más sentada a mi lado, que se
incorpora a la mesa para acabar cuanto antes con la botella.
Los Tamara regresan al escenario y me lanzo
con una de ellas a demostrar mis habilidades como bailarín –adquiridas a golpe
de espejo en la residencia– durante la interpretación de unos twist.
Llega la tanda de las lentas, Pucho Boedo coge el micrófono y yo me arrimo a mi
pareja. En esas estoy cuando Pucho dedica una canción a un amigo de La Coruña,
al tiempo que mira para mí. Me sale el orgullo y redoblo mi ansia
exhibicionista sobre la pista.
Sudorosos, hacemos un alto y nos
dirigimos hacia la mesa para reponer fuerzas y tomar una copa de champán. Me
encuentro que con que la botella estaba vacía porque la otra chica ha dado
buena cuenta de ella. Ahora soy yo el que levanta la mano para llamar al
camarero y, en vista de que la noche se presenta propicia para el ligue,
pido otra botella más. El camarero la sirve sin darme precio e invito a bailar
a la otra chica.
De regreso a la mesa me encuentro con la segunda botella vacía y,
ante las insinuaciones recibidas por mis acompañantes de una noche loca,
entro al trapo y pido una tercera botella. Baile viene, agarrón va, la tercera
botella que vuela y Los Tamara que dan por acabado otro pase ante los aplausos del público. Regreso a
la mesa con mi pareja y después de negarme a pedir otra botella de champán, mis
acompañantes se van al servicio para, según ellas, retocarse el maquillaje...
Tan pronto se levantan de la mesa llega el camarero a las proximidades con la
intención de cobrar la factura de las tres botellas de champán...
Pasan quince minutos y las chicas
no vuelven. Las busco con la mirada y a quién encuentro es al camarero que, con
los brazos cruzados está a mi espalda a la espera de que haga efectivo el
importe de las consumiciones. Lo llamo y le pregunto por el paradero de mis
acompañantes... Lo que oigo me deja
tocado de ala... “¿Se refiere usted a las señoritas que estaban en la
mesa?”, responde con respetuoso cachondeo el camarero... “¡Ya hace un buen rato
que se marcharon!”.
Pone la nota de las consumiciones
encima de la mesa y hace la estatua sometiéndome a un control riguroso mientras
trato de digerir, a golpe de auto
reproches, el plantón.Mi amor propio queda hecho trizas
ante la evidencia y, asumiendo el papel de pardillo que me corresponde, hago un repaso mental de mis finanzas al
tiempo que ojeo la nota, cuya cuantía es tres veces superior al dinero que tengo.
El camarero, avezado en estas lides, debe de percatarse de mis ruinas y mantiene una actitud vigilante. ¡No se separa
de mí! Me levanto, voy al servicio y él viene conmigo hasta la puerta... La verdad
es que lo tengo muy negro. Vuelvo a la mesa escoltado, me siento y espero... No
sé el qué, pero espero. El espectáculo
acaba, la gente empieza a marcharse, se encienden las luces de la sala y se
acerca la hora de la verdad. El camarero recoge las mesas de mi entorno y se
encara conmigo para que le pague.
Que sea lo que Dios quiera…-Mire
usted -le digo con cara compungida- la verdad es que no tengo dinero. Si le
parece le dejo el carné de identidad en prenda y mañana vengo a pagar...El
camarero llama al maitre y lo pone en antecedentes. Mientras, yo espero
acontecimientos con el cuerpo bañado en sudor y las piernas temblando En éstas estoy cuando aparecen por el lateral
del escenario Prudencio Romo, Enrique Paisal y Pucho Boedo. Pucho se para a mi
altura y me pregunta “Neno, ti que fas aínda eiquí?”. Con aspecto
desolado le cuento mi problema. Al
terminar, Pucho se apiada de mí y llamando al maitre, le dice que apunte mis
consumiciones a su cuenta. Dicho esto, me obsequia con un cariñoso “rapapolvos”
--¿Pero a ti neno, como se te ocurre facer iso? -- por mi inocente conducta que me llevó a
meterme en tal berenjenal con mis años.y me invita a que los acompañe a tomar
pollo frito a un mesón de la carretera de Alcobendas de donde regresamos cuando
amanecía.
Aquella muestra de amistad, por el
mero hecho de ser paisano, me quedó grabada para siempre e hizo que
interiormente le jurara eterno agradecimiento. Pasó el tiempo y, por esas cosas de la vida,
nuestros caminos volvieron a cruzarse. Ya como profesional de la radio y prensa
musical tuve la oportunidad de
corresponder aquel gran favor que me había hecho...
MIÑA GALICIA VERDE
Pasaron los años y cada vez que coincidía con Los
Tamara en alguna sala de fiestas o verbena, no dejaba de saludarlos, hasta que
nuestros caminos se encontraron en el
plano musical, lo que sucedió cuando su compañía de discos contacta conmigo
para presentar en directo en el Playa Club, el disco de Los Tamara “Miña
Galicia Verde” –con poemas musicados de Rosalía
de Castro, Curros Enríquez y Celso Emilio Ferreiro.,en 1974..Me vuelco en esta
presentación, a la que acude desde Madrid Pepe Domingo Castaño, arrimando a mi
respeto y admiración por Los Tamara, el recuerdo de aquella deuda que tenía
pendiente con Pucho. La presentación fue todo un éxito .
Año y medio más tarde, aproximadamente, Pepe Domingo
Castaño rinde homenaje a Los Tamara durante las fiestas de Santiaguiño do Monte
en Padró y dada la amistad que me unía
con ellos, me toco hacerle entrega del obsequio recordatorio correspondiente a Pucho. Fue esa noche cuando empezó a
sentirse mal…En 1976 Paco Montero lo sustituye y meses más tarde el grupo se
disuelve aunque “revive” un tiempo después con el mismo nombre, pero sin sus
componentes originales.
EMPIEZAN LOS HOMENAJES: A CORUÑA
A partir de ahí, pierdo de vista a
Pucho, aunque amigos mutuos me hablan de que está en Mallorca actuando, entre
las sesión y sesión de diálisis, en un local de Palma propiedad de su gran
amigo, el “betanceiro” Amador exjugador del Atlético de Madrid y embajador de Galicia en Mallorca.
La enfermedad
de Pucho lo mermaba ostensiblemente sus
capacidades físicas. La posibilidad de transplante se abría como la solución
más beneficiosa para su salud. En 1979, recibo en los estudios de la Radio Felíz,
la visista de Amador, que me pone en antecedentes de un proyecto de homenaje a
Pucho..Me cuenta su delicada situación, y no solo física, derivada de una su
enfermedad, que mermaba ostensiblemente sus capacidades..La posibilidad de un
transplante se abría como la solución más beneficiosa para su salud.
Así pues,
el homenaje que Amador estaba preparando en A Coruña, además de pretender un reconocimiento
popular a la larga e intensa carrera de Pucho, iba también encaminado a
recaudar fondos para facilitar dicha operación quirúrgica. Sin dudarlo, pongo a
disposición de Amador los medios a mi alcance –prensa y radio –para promocionar
el homenaje y acepto presentarlo con Carlos Tena de Radio Nacional. Teníamos
dudas sobre la afluencia de público, ya que cabía la posibilidad de que hubiera
“ caído” en el olvido y alguna que otra “malintencionada” opinión que sobre él,
todo hay que decirlo, tenían algunos colegas de profesión, que aún siendo
escasos, “enmerdaban” el proyecto. Curiosamente, alguno de ellos, tras el éxito
del homenaje , se proclamaba amigo de Pucho de “toda la vida”. Cosas…
Poco a
poco vamos conociendo los artistas que confirman su participación desinteresada
en el homenaje, gracias a una eficaz labor en Madrid de Fernando Moreno el
marido de Betty Missiego, amigo de Pucho y Amador.Los nombres de Juan Pardo,
Rocio Durcal, Betty Missiego, Los Tamara y Los Satélites, entre otros, disipan
las dudas sobre la afluencia de público, que al final llenó el Palacio de
Deportes. Desde toda Galicia y proximidades llegaron miles de personas y los admiradores de Pucho Boedo
hicieron cola para conseguir entradas para el homenaje al cantante.
El
festival, celebrado el 5 de febrero, fue apoteósico, histórico diría yo, y todo
un reconstituyente moral para Pucho:”Nunca penséis que tivera tantos amigos”,
exclamaba Pucho emocionado ante las muestras de cariño de la gente al salir al
escenario con Los Tamara.
RUMBO A LONDRES:
LA APOTEÓSIS
Meses después, recibo la visita de
un coruñés que era presidente de una Sociedad Gallega en Londres y me explica
su idea de repetir el homenaje a Pucho Boedo en esta ciudad a la vez que
solicitaba mi colaboración como presentador. Me ofrecí
para tal menester y con la misma se formó una embajada artística de que se
uniría al homenaje de la colectividad gallega en Londres. Allí nos fuimos,
Pedro Abelenda – que hizo de guía por la city londinense--Carlos O’Xestal y
Suso Vaamonde, entre otros, mientras Amador y Pucho volarían desde Mallorca.
Al llegar a
Londres y bajar del avión nos encontramos con la noticia de que se habían
agotado las entradas y que se estaban recibiendo peticiones de toda Gran
Bretaña .Miles de gallegos pagaban lo que “fuera necesario”—alguno hasta 20.000 pts .— para estar
en el Odeón Hamermiths de Londres junto a Pucho. Cuando me reúno con la
organización para conocer el orden de actuación previsto, me encuentro con una
auténtica “batalla campal”. Sin contar los artistas desplazados desde Galicia ,
músicos y cantantes gallegos que actuaban en diferentes salas de Londres se habían
apuntado en masa para participar en el homenaje. Haciendo un cálculo estimado, de
actuar todos, se superarían con creces , las cinco horas previstas para el
homenaje.
Ante el cariz
que iban tomando los acontecimientos hice la de la “avestruz” y me abrí por el
foro. LLegó el día y “embarque”, por lo que pudiera pasar, al recordado Pedro Abelenda para que, entre
canción y canción, metiera un chiste de “Amilito” y me arropara con su
habilidad de “showman”.
Nos fuimos para
el teatro y nos encontramos con miles de personas ante el mismo ¿Aún no habrán
abierto las puertas?--nos preguntamos—Si que estaban abiertas y el teatro, una
hora antes de dar comienzo el acto, ya estaba prácticamente lleno. Comparto
camerino con Pucho, que estaba acompañado de Amador, y comentamos el cariño que
le tenia la gente mientras afuera se estaba empezando a montar la “marimorena”
por parte de quiénes ,aún ofreciéndose,
no podían actuar por falta material de tiempo. La presión ambiental
incrementaba el nerviosismo previo al levantamiento del telón.
Abriéndonos
paso, como podíamos, entre los “ desairados “ artistas que nos culpaban de su
eliminación—el organizador estaba en paradero desconocido—subimos Pedro y yo al
escenario y lo que vimos nos puso la carne de gallina de la emoción. No cabia
un alfiler en la sala .Saludamos y la gente ni caso...”!Que salga Pucho,que salga
Pucho...¡.No tuvimos más remedio que avisar a Pucho para que saliera a saludar
y de paso, calmar el ambiente. No se
que sería mejor .Cuando apareció Pucho el teatro se vino abajo y gritos de, ¡Te
queremos!, ¡Pucho non morras!, ¡Eres o mellor¡ etc. se prolongaron durante
varios minutos. Pucho, emocionado, logró articular unas frases de agradecimiento
y se despidió hasta el momento de su actuación.
Empezó la
fiesta y todos los cantantes, músicos y bailarines que actuaban eran recibidos
con estruendosas ovaciones .Aparentemente todo iba sobre ruedas, pero, solo
aparentemente. El “back stage” y los camerinos seguían alborotados. Las
escaleras de acceso al escenario abarrotadas de participantes empujándose para
salir. Anunciaba un grupo de baile y salía un dúo de boleros…, presentaba un
solista y salía una orquesta. Ni Pedro, ni yo, dábamos una en el clavo. Tanto
es así que después de intentar contar un chiste de “Amilito”—contar lo contó pero
nadie se enteró—Pedro me dice que se va a dar una vuelta para ver desde abajo
el ambiente. Volvió a las tres horas.
Totalmente
desbordado intento localizar a O’Xestal para que me echara una mano. Aquello
iba saliendo a empujones y, de un momento a otro parecía reventar. El orden de
actuaciones establecido no existia y cuando iba al camerino de Pucho para
contarle “ a desfeita “ me decía socarronamente:…”!Neno,tí tira pra diante¡”...
Y así lo hice solo que cambie de estrategia. Nada de presentar dando nombres:”A
continuación...” y me callaba para ver lo “que salia”. Si la atracción estaba
controlada añadia el nombre y tres frases, defendiendo el micrófono a codazos
porque todos querían largar parrafadas y
no había tiempo para ello. Si no estaban “apuntados” ,les pedía que se
presentaran ellos mismos.
"DESFEITA" TRIUNFAL...
Que buen vocalista,escucharle es oír a todas las orquestas Galegas
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