AMENIZADO POR UNA BANDA SONORA DE RAYOS Y TRUENOS
El verano se había iniciado
con buenas previsiones climatológicas. ¡
Vamos nena , haz el atillo que nos vamos a la aldea!, le dije a mi esposa. Y para Vences , que así se llama
mi aldea , enclavada en el valle de Monterrei – Ourense – a pocos kilómetros de “A terra das augas”,
como se conoce a Verín , nos fuimos para disfrutar unos días. del apacible
ambiente rural, escapando del “reggaeton” veraniego urbano.
Al llegar, nos encontramos
con un Bando en el que el Concello de Monterrei en previsión de una escasez de
agua por falta de lluvias en los meses en que debían haber caído las gotas con
abundancia, recomendaba austeridad en el
uso del agua reservándola solo para usos domésticos. Nada de lavar coches, de
llenar piscinas o de regar..
Asumiendo las
recomendaciones, nos dispusimos a
disfrutar de los muchos alicientes
rurales en compañía refrescante de un gin tonic “a noitiña”, -- entre lusco y fusco-- en una terraza
al aire libre con vistas al valle.
El calor se torno en
bochorno y el cielo, malhumorado, dejo de ser azul, cambio el semblante y
empezó a cubrirse de negros nubarrones que presagiaban el agua que tanto se
anhelaba para paliar los efectos de una incipiente sequía, Eso sin el temido “pedrisco”.
. En el ambiente se olía la
tormenta, aunque lejana, porque aún no sonaban cercanos los “tambores” que
anunciaban la descarga., pero sí tocaba
ponerse a cubierto. Y así lo hicimos al filo de las diez de la noche
oscurecida prematuramente por unas nubes
“carboneras” que auguraban una tormenta
de verano que estaba descargando en la lontananza.
Hora y medía más tarde
empezó lo esperado. De la lejanía
llegaban sonoridades “es-truendosas”, poco perceptibles si, pero que alertaban de que
si el viento se lo proponía,
podían amenizarnos la noche.
Y nos la amenizó…¡Y de que
manera!..Se desató la “mundial” . Algo así como la “tormenta perfecta” con una
sinfonía de truenos ensordecedores con
acompañamiento pirotécnico de relámpagos espectacular, que iluminaban cegadores el
cielo y se clavaban en la tierra. Llegaban con trombas de agua celestiales y fuertes “ventoleras” que hacían “bailar”
las hojas de los árboles con ritmo desenfrenado.
Relativamente
tranquilos por la proximidad de un
pararrayos y con la esperanza de que la tormenta “mojada”
del verano fuera remitiendo, tomamos las
precauciones de cerrar puertas y ventanas, para evitar problemas y aislarnos
del “espectáculo”, mientras le contaba a mi mujer una historia “tormentosa” acaecida en mi niñez ,
precisamente en la aldea,
Tendría 7 años – de eso hace
67 -- cuando la naturaleza desatada
también nos había visitado. Eran tiempos del “carburo” y la lareira. No había
luz y en la oscuridad de la noche los truenos
rugían , estallaban los relámpagos y el viento hacía aullar a los
árboles. Estaba “muerto de miedo” y tras rezar el rosario con mi madre y pedir
refugio a Santa Bárbara, me fui directo debajo de la cama hasta que pasara la
tormenta. Allí estuve por lo menos 2 horas.
En pleno relato sobre
aquella tormenta “añeja”… ¡ zasca! …¡ Mi madriña! …Un rayo cayó más cerca de lo
deseado y todo retumbo. La luz se fue y a oscuras recurrimos a los móviles mientras
la tormenta hacía de las suyas.. Miedo, lo que se dice miedo, no teníamos pero…si
que estábamos “tensos” – por decirlo de alguna manera -- a la espera de que la
tormenta se fuera alejando, lo que hizo más lentamente de lo que deseábamos.
Solo cuando los exabruptos sónicos
tomaban camino de la lejanía recuperamos la tranquilidad perdida y nos fuimos a
la cama, aunque en esta ocasión me puse encima de ella, entre las sábanas.
Colorín, colorado,--este
relato se ha acabado, aunque las vivencias de pillar una tormenta en el rural tienen una intensidad sobrecogedora. Y si, me
acorde de Sta. Bárbara.
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