domingo, 22 de diciembre de 2013

VIAJANDO A LOS 60.LOS “SILBADORES” Y EL “SONIDO SPAGUETTI”


       PÁGINAS MUSICALES DE CORUÑA


El "complesso" de Gianni Ales en acción con "artista" innvitado



“SILBANDO AL TRABAJAR…”

“Son muchos los conjuntos que se dedican al ye-yé, pero, por desgracia, muy pocos los que hacen que este género sea música y no ruido...” (1964 - Mariní Callejo, 1964)

Con el comentario arriba indicado, Mariní Callejo, que figura entre los  productores míticos de los años 60 en España, ponía en evidencia la consideración que se tenía con la nueva generación musical.

Es una época en la que la Sociedad General de Autores se negaba a reconocer como compositores a todos los nuevos escritores de canciones a los que llamaba, de forma oficial, silbadores, y les rebajaba sustanciosos porcentajes de sus percepciones económicas, sometiéndolos a exámenes vejatorios. Nada importaba que una canción de Los Pekenikes o los Brincos produjese cien veces más dinero que las manidas y vulgares de maestros de la época. Eran los veteranos los que no sólo cobraban más por sus malas canciones, sino que se repartían un porcentaje muy sustancioso  de lo que recaudaban las canciones de los llamados silbadores.

Algunos de estos silbadores actuaron en la antigua plaza de toros de La Coruña. Por entonces, este recinto descubierto hacía las veces de multiusos con corridas, veladas de lucha libre y espectáculos musicales. Alternaba estas funciones con el parque del Casino, el Leirón, que en la programación de sus verbenas,  entre orquesta y artistas veteranos para el público adulto, hacía alguna concesión para la juventud.

Aquellos primeros conciertos se trasladaron ocasionalmente, a finales de los años 60, al estadio de Riazor, concretamente a la zona de gradas de Maratón. El escenario se ponía en la portería y ocupaba los fosos de salto de altura y longitud, mientras que las gradas se empleaban como auditorio juvenil.

Mientras esto sucedía, el Playa Club se iba decantando ambientalmente hacia la música con actuaciones paralelas de grupos de silbadores como Victor Pontí, una promesa (que se quedó en promesa) del rock´n´roll español de la escuela italiana de Adriano Celentano, los T.N.T. o un cantante francés llamado Teddy Raye, que ofrecía un repertorio completo de Johnny Hallyday y Richard Anthony. Conciertos que permutaban con el cantante cubano Tirso Guerrero, que bordaba los mambos, el merengue y el cha-cha-cha cuando aún no se había inventado la salsa, y el combo estable del local, dirigido por Pucho Portela.

Poco a poco, los grupos y artistas fueron subiendo de categoría ante la respuesta positiva del público. Así llegaron Los Roberts, Los Iberos, Canarios, Miguel Ríos o los ingleses The Dominoes, que junto a grupos locales como Los Sombras, Los Key, Los Sammars y Avenida del Parque 49 convirtieron a este local en uno de los centros neurálgicos del ambiente musical coruñés. Lo hicieron en presencia de los micrófonos de Radio Juventud, que, con José María Comesaña como presentador, retransmitía en directo algunas de estas actuaciones musicales que animaban las noches de verano de la ciudad.

LOS “COMPLESSOS” ITALIANOS


Con el "complesso" de Franco Etti 

En 1963 y 1964, los complessos  o combos italianos se pusieron de moda en España. Durante unos años acapararon buena parte de la atención de las compañías de discos. Estos grupos entraron en la escena musical española por la puerta que años atrás habían abierto cantantes italianos como Renato Carosone o Domenico Modugno, y canciones como Al di lá  o Il  Mondo, que se habían convertido en la banda sonora de los guateques juveniles.

El primero en entrar en escena fue Marino Marini, que hacia giras por las boites de diferentes ciudades aunque nunca residió en España. Otros, sin embargo  se establecieron en algunas ciudades españolas y empezaron a grabar discos, convirtiéndose en grupos estables de las más renombradas salas de baile del país. Tenían una perfección de sonido, tanto en capacidad técnica como en equipamiento, muy superior a la de los jóvenes rockeros españoles de los primeros años 60.

El primero de estos complessos que se instaló en España fue el de Filippo Carleti, que grabó numerosos discos e incluso sirvió como apoyo instrumental a grabaciones de rockeros de la época. El otro gran grupo fue el del batería Gianni Ales, que acabó montando un club propio muy concurrido en Madrid, en la cuesta de Santo Domingo. Se llamaba el Ales Club. Me hice cliente asiduo y disfruté no sólo de los éxitos italianos sino también de las excepcionales versiones que hacían en directo de temas norteamericanos.

LA PRIMERA “PIZZERIA MUSICAL” CORUÑESA

En una de esas visitas, en 1967 y recién casado, converso con Gianni Ales. Como había hecho con el organista de jazz Lou Bennet, le planteo la posibilidad de actuar en La Coruña, en el Playa Club, durante el próximo verano. Casi a un año vista, ya tenía la agenda cubierta. No me da muchas esperanzas. Insisto en sucesivas visitas al club hasta que por fin logro, con condiciones, que Gianni Ales acepte tocar en el Playa Club. Las condiciones eran que, además de su combo, tenía que contratar a otros dos complessos que también solían tocar en su club y formaban parte de la escudería musical del mismo: Nani Gianello y Franco Etti. Hecho. Durante el verano de 1968 y 1969 (ya que repitieron visita tras el éxito alcanzado), el ambiente musical de La Coruña habla italiano.


Moncho Rivera con su esposa Soco Quintana, Gianni Ales y señora, Tomas Pereira, y Ppepe Freire con su esposa Merche Amador, en na fiestacelebrada en 1969 en el Playa Club

Las fiestas temáticas organizadas (hawaiana, italiana y otras) amenizadas por estos grupos aún se recuerdan con satisfacción y buenas dosis de nostalgia por parte de los que las vivieron. Como anécdota, aún recuerdo el día que  Gianni Ales adaptó durante un ensayo una canción que me dejó petrificado de gusto. Quise saber su nombre y Gianni me dijo que se titulaba  Hooked on Feeling (Ooga Chaka), y que, aún desconocida en España, había sido top 5 en las listas norteamericanas en la voz de B.J. Thomas. Años más tarde, se convirtió en un clásico del repertorio country rock.  La canción  resucitó a la popularidad en los años 90 al incluirla Quentin Tarantino en la banda sonora de Reservoir Dogs.


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