PLAY BACK POR DIRECTO: UNA CEREMONIA DE
CONFUSIÓN QUE ENGAÑA AL PÚBLICO
Hoy toca escribir sobre el play
back , ese "recurso técnico" que hace milagros y engaña, o trata
de engañar, al público. Las voces y las músicas enlatadas, en conserva,
o pre-grabadas, se han convertido en el refugio de la mediocridad de cantantes,
grupos y orquestas, incapaces de pasar la "reválida" de los directos
donde, en realidad, se ponen a prueba
las cualidades artísticas y se muestran los recursos para salir airosos de
situaciones comprometidas que también puntúan a la hora de evaluar las
capacidades del artista.
Las anécdotas que hoy nos ocupan están protagonizadas
por dos situaciones provocadas por el play back, uno real y otro imaginado, en
los conciertos celebrados en la ciudad por la "maciza" Raffaella
Carrá (1981) y "la voz", Frank
Sinatra (1992)
CALIENTE, CALIENTE...
Raffaela Carrá llegó A Coruña
para participar en los conciertos de verano que, organizados por la Comisión de
Fiestas del Ayuntamiento, se celebraban por entonces en el Palacio de Deportes.
La Carrá venía avalada por el éxito de sus apariciones en televisión y por la
popularidad alcanzada por canciones como, Fiesta, En el amor todo es
empezar, Rumore, etcétera. La artista italiana acababa de
firmar contrato con una nueva compañía de discos, Hispavox, que la
consideraba artista objetivo y lanzaba al mercado el nuevo producto musical de
la show girl abanderado por títulos como Mama, dame 100 pesetas; Caliente,
Caliente y Adiós amigo, entre otros.
El ferrolano Jesús López, por entonces jefe de promoción de la compañía, y hoy director general de toda el área latina de la multinacional Universal Music, me comunica que el día del concierto vendría A Coruña para arropar a su artista. Quedo con él y juntos nos dirigimos al Pabellón dónde se habían dado cita alrededor de 5.000 personas. Raffaela Carra sale a un escenario "mondo y lirondo", tanto de músicos como de decorados, en compañía de un cuerpo de baile que realza el suyo que luce espléndido. Canta y baila, al tiempo que derrocha un poderío que enciende entusiasmos.
La gente corea las canciones mientras que su voz , a pesar del constante ejercicio realizado por la italiana, suena sin un solo jadeo. Las evidencias del play back de música y voz eran tan evidentes que la Carra ni se molestaba en disimularlo con continuos desfases entre lo que sonaba y lo que vocalizaba. Visto lo cual, comento con Jesús López la "jeta" de la italiana que, según mis fuentes de información, había cobrado un caché que rondaba el millón y medio de pesetas -- cifra importante para la época --.
El ferrolano Jesús López, por entonces jefe de promoción de la compañía, y hoy director general de toda el área latina de la multinacional Universal Music, me comunica que el día del concierto vendría A Coruña para arropar a su artista. Quedo con él y juntos nos dirigimos al Pabellón dónde se habían dado cita alrededor de 5.000 personas. Raffaela Carra sale a un escenario "mondo y lirondo", tanto de músicos como de decorados, en compañía de un cuerpo de baile que realza el suyo que luce espléndido. Canta y baila, al tiempo que derrocha un poderío que enciende entusiasmos.
La gente corea las canciones mientras que su voz , a pesar del constante ejercicio realizado por la italiana, suena sin un solo jadeo. Las evidencias del play back de música y voz eran tan evidentes que la Carra ni se molestaba en disimularlo con continuos desfases entre lo que sonaba y lo que vocalizaba. Visto lo cual, comento con Jesús López la "jeta" de la italiana que, según mis fuentes de información, había cobrado un caché que rondaba el millón y medio de pesetas -- cifra importante para la época --.
CINTAS QUE" CANTAN"
La sonrisa de "pillo" de mi amigo el
ejecutivo, no deja lugar a dudas. Sobran las palabras y más aún cuando observo como en el set del
sonido dos cintas magnetofónicas giran en sendos aparatos Revox. Y lo bueno del
caso es que la gente no se daba por enterada del engaño y disfrutaba del
espectáculo. Acabado el concierto nos acercamos a los camerinos donde Jesús
López me presenta a Raffaella Carrá y a su novio, el coreógrafo italiano Sergio
Giopino. Con ellos estaba el manager y los cinco nos fuimos a cenar al Novo
Cancelo donde nos esperaban, por gentileza de la discográfica, un surtido de
"delicias del mar" que, junto al Ribeiro, propiciaron una charla
amena hasta que, en los postres, mi
espíritu crítico tuvo la ocurrencia de sacar a relucir el tema del play back. ¡
En que hora!
TODO
POR LA "PASTA"
Me dirijo a la Carrá con ánimo
coloquial y le digo que, dado el caché que tenía, por lo menos podía haber
traído unos músicos para "decorar" el escenario. Me mira fijamente, y
con cara de pocos amigos, quiere que repita la cifra que había dado...¿ Cuanto
has dicho?. En el momento en el que iba a repetir la cifra proporcionada por la
organización, se entabla por debajo de la mesa una batalla de patadas que buscan
mis tobillos y cierran mi boca.
El manager, que estaba de frente era quién me estaba mandando, a patadas, el mensaje de que me callara. Y me callé, intentando que no se me notara el dolor provocado por los "sutiles" avisos recibidos. Anduve rápido de reflejos y me hice el despistado mientras el manager con habilidad desviaba la conversación llamando la atención de Raffaella sobre una próxima actuación.
Terminada la cena, y una vez que la Carrá y su séquito se fueron al hotel, le conté a Jesús López el "trabajo de canillas" que me había hecho el manager cuando di la cifra del caché. Su respuesta aclaró los motivos de la "agresión" sufrida: " Es que no solo metiste el tobillo, sino la pata entera. El manager compró la gira completa en función de unos cachés que eran la mitad de la cifra que tu dijiste que había cobrado en A Coruña. Por eso te "calló" la boca, pero, me da la impresión de que ella te escuchó perfectamente y va haber lío". Y lo hubo, ya que la Carrá cambió de manager a los pocos días.
El manager, que estaba de frente era quién me estaba mandando, a patadas, el mensaje de que me callara. Y me callé, intentando que no se me notara el dolor provocado por los "sutiles" avisos recibidos. Anduve rápido de reflejos y me hice el despistado mientras el manager con habilidad desviaba la conversación llamando la atención de Raffaella sobre una próxima actuación.
Terminada la cena, y una vez que la Carrá y su séquito se fueron al hotel, le conté a Jesús López el "trabajo de canillas" que me había hecho el manager cuando di la cifra del caché. Su respuesta aclaró los motivos de la "agresión" sufrida: " Es que no solo metiste el tobillo, sino la pata entera. El manager compró la gira completa en función de unos cachés que eran la mitad de la cifra que tu dijiste que había cobrado en A Coruña. Por eso te "calló" la boca, pero, me da la impresión de que ella te escuchó perfectamente y va haber lío". Y lo hubo, ya que la Carrá cambió de manager a los pocos días.
LOS "APUNTADORES" Y
SINATRA
A Coruña figura en la biografía
musical de Frank Sinatra como la ultima ciudad en la que se pudo
escuchar en directo " la voz" del cantante de "los ojos
azules". Un concierto memorable, el celebrado el 5 de junio de 1992 en el
Coliseo, que sin embargo no fue correspondido por una asistencia masiva de público. A sus 76 años, Frank
Sinatra se subió a un escenario, con formato de ring de boxeo, instalado en el
centro del coso taurino, en cuyas esquinas se habían colocado " tele pronters" -- apuntadores
electrónicos -- para pasar las letras de las canciones por si Sinatra tenía
lagunas de memoria, provocadas más que por la edad, por la compañía de su amigo
Jack Daniels.
A sus pies, y en la parte trasera del escenario, una orquesta formada por más de treinta músicos y dirigida por su hijo, arropaba con precisión y brillantez una vocalización perfecta, y un sentido del swing que me tenía boquiabierto de admiración. Con sus característicos gestos de elegancia cansina, Sinatra metía la voz sin esfuerzo aparente y con exquisitez, aguantando el tirón en muchos fraseos, soltando aire y manteniendo una potencia vocal inusual para sus años. Era todo un espectáculo incluso, cuando se permitió el lujo de saltarse, o cambiar, durante la interpretación de My Way, el orden de varias estrofas de la canción que yo leía perfectamente desde mi posición dado el tamaño de las letras que aparecían en el apuntador.
A sus pies, y en la parte trasera del escenario, una orquesta formada por más de treinta músicos y dirigida por su hijo, arropaba con precisión y brillantez una vocalización perfecta, y un sentido del swing que me tenía boquiabierto de admiración. Con sus característicos gestos de elegancia cansina, Sinatra metía la voz sin esfuerzo aparente y con exquisitez, aguantando el tirón en muchos fraseos, soltando aire y manteniendo una potencia vocal inusual para sus años. Era todo un espectáculo incluso, cuando se permitió el lujo de saltarse, o cambiar, durante la interpretación de My Way, el orden de varias estrofas de la canción que yo leía perfectamente desde mi posición dado el tamaño de las letras que aparecían en el apuntador.
A SU MANERA Y CON VOZ...
Tal vez, y por aquello de cantar
a "su manera", Sinatra, se permitió el lujo de "perderse"
por las estrofas de la canción, pero, cuando lo hizo fue con tanta maestría
que, más que un fallo, los lapsus se convirtieron en una genialidad solo al
alcance de artistas de su talla. Terminado el concierto, y cuando yo no tenía
más que palabras de admiración para lo visto y escuchado, se acerca un
conocido que me aborda y suelta a
bocajarro: ¡ Vaya play back se tiró el "pavo"!. Me quede sin habla.
Cuando reaccione le dije: " La ' voz' no necesita play back como los vinos de reserva no se embotellan en tetrabrick". La
chorrada parece que hizo su efecto y no obtuvo respuesta del
"entendido" ¡ That´s life !, que cantaría Sinatra. Nadie, en el
concierto de Raffaela Carrá, que había sido "puro zumo de play back",
había protestado. En cambio, si lo hizo, al menos una persona, en el de Frank
Sinatra que fue, toda una demostración y ejemplo del buen hacer musical en
directo. ¡ Cosas!.
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