Joan Manuel Serrat
actúa en el Pabellón de Deportes de La Coruña en octubre de 1975 presentando su
disco Piel de manzana. Tras la
prueba de sonido, Pedro Aguado, concesionario de los ambigús del Palacio de los
Deportes, me pregunta si Serrat haría un descanso durante el concierto, ya que
el fuerte de la recaudación de las barras se realizaba durante los intermedios.
Con ese encargo me
dirijo a los camerinos, donde Serrat con sus músicos está en una animada
tertulia que gira en torno a la enfermedad de Franco, ingresado días antes en un hospital a causa
de un ataque cardíaco. Serrat, declarado antifranquista, espera un próximo fin del dictador, a pesar de que los partes
emitidos hablan de un período estable, con tendencia a mejorar.
Por fin, en una pausa
de la conversación le comento si el concierto tendrá descanso y dice que no, al
estar la escaleta programada para hacerlo de un tirón. Le explico que no hacer
descanso acarrearía una importante pérdida para el concesionario de los
ambigús, y finalmente accede a partir el concierto en dos, avisando a Ricardo
Miralles, pianista y director del grupo, para que encajara el repertorio a la
nueva situación.
Llega la hora del
concierto, las nueve de la noche, y cuando hace su aparición el noi en el escenario, el público lo recibe con estruendo de
aplausos y yo me dirijo al ambigú para darle la buena nueva a Pedro de que
habría descanso.
Éste, agradecido,
lleva una botella de whisky a mayores al camerino. Cuando me encamino hacia el backstage para
seguir a pie de escenario el concierto, una persona llega a la barra con cara
de circunstancias diciendo que el estado de Franco ha sufrido una complicación
y que el parte médico habla de que está “extraordinariamente grave”. La poca
información oficial que se facilita sobre el tema hace que crezcan los rumores,
y alguien da por hecho que Franco ya había muerto, pero que no se informaba del
fallecimiento.
Bajo el impacto de la
noticia que, sin aún sin confirmar oficialmente, revolotea en la mente de
todos, vuelvo al backstage para seguir
el concierto. Cuando llega el descanso, me acerco al camerino de Serrat para
darle él notición, que recibe
con muestras de satisfacción. Quiere una confirmación, pero no se la puedo dar.
Le explico que lo he escuchado en la barra del ambigú. Serrat pide un
transistor para escuchar las noticias y lo que oye confirma la extraordinaria
gravedad de Franco, pero no su muerte. Con la esperanza de que el fallecimiento
está al caer, invita a todo el grupo a una mariscada para celebrar la “buena
noticia”, con un “de esta noche no pasa”.
Camino del escenario
para iniciar la segunda parte del concierto me pide que reserve mesa para
cenar, y lo hago en el restaurante El Rápido, de la calle de los Olmos. Acaba
el concierto y no hay ninguna novedad al respecto. Llegamos al restaurante, y
después de extasiarse todos con el escaparate poblado de frutos del mar,
pasamos al interior. Llega el camarero, y Serrat, antes de seleccionar el menú,
le pregunta si hay noticias de la muerte de Franco. Le dice que no sabe, pero
que se va a enterar. Al poco tiempo regresa con una “mala noticia“: Franco ha
experimentado una ligera mejoría. Decepción en los comensales, que mantienen la
esperanza de que el fin esta próximo y por su llegada brindan al final de la
cena.
Poco tiempo después,
tras la muerte de Franco el 4 de noviembre de 1975, Serrat tiene que exiliarse
durante un año a México. Hay una orden de busca y captura contra él, emitida a
raíz de unas declaraciones en las que repudiaba el régimen franquista. El
exilio acaba en 1976. El 20 de agosto de ese año, Adolfo Suárez es nombrado
presidente del Gobierno. Poco antes, el 30 de julio de 1976, un indulto real pone punto final a la
persecución política y los delitos de opinión. El consejo de ministros en el
que se aprueba se celebra… en A Coruña.
No hay comentarios:
Publicar un comentario