El mundo del espectáculo tiene "cosas raras"
que difícilmente tienen una explicación lógica, aunque lo "ilógico"
sea una variante con la que siempre hay que contar...
¿Es lógico que una audición discográfica en torno a la obra de un artista reuna a más
gente que el concierto en directo del artista protagonista de la audición?.Resulta
por los menos "extraño" que esto suceda, pero,...aconteció. Este es
el relato.
Pino Sangliocco, uno de los grandes
“magnates” de las giras que las grandes estrellas mundiales del pop – rock
realizaban por España, me llama por teléfono para anunciarme la actuación del
cantante y guitarrista portorriqueño José Feliciano en A Coruña, el viernes 28
de octubre de 1983. Un concierto que llegaba doce años después de que en la
ciudad se le hubiera rendido a Feliciano un homenaje con formato de Festival
audio - visual merecedor de haber entrado en el libro Guinnes de los Records.
Ni más ni menos que ocho horas
ininterrumpidas de audición de José Feliciano en 1971 y en el Playa Club. ¡
Insólito! . Un Festival que un servidor había confeccionado a instancias, y con
la ayuda de material inédito en España, aportado por Luciano Fuentes, director
de promoción de la RCA Española. “ Algo nunca visto ni imaginado. La Coruña
musical moderna – escribía Juan Guillín en el Ideal Gallego – nunca había
tenido una audición musical de esta categoría.
Volviendo al concierto de Feliciano, que
venia avalado ni más ni menos que por 32 discos de oro y dos premios Grammy, en
el Pabellón de Deportes, uno pensaba que era un gran acontecimiento ya que con
la excepción de actuaciones anteriores de grupos de renombre internacional como
Osibisa, Uriah Heep o Ramones, la ciudad estaba alejada de los circuitos de las
grandes estrellas. Dos días antes de la actuación, lo entrevisto por teléfono y
Feliciano me dice : “ Espero que el público salga contento de mi actuación.
Tengo un gran respeto por el público e intento ofrecer calidad en mis
actuaciones porque el público paga y exige. A veces los artistas defraudan al
público y yo soy muy exigente conmigo mismo, porqué me debo al público”.
Se esperaba una asistencia al concierto
por encima de las 5.000 personas, pero, no pasaron de 500 las que acudieron al
Pabellón. La frialdad ambiental se filtro hasta los camerinos donde José
Feliciano, no lo veía muy claro. Y no es que sea un chiste malo, sino la
realidad, toda vez que el artista portorriqueño se negaba a salir a escena al
serle comunicada la escasa asistencia del público.
Con media hora de retraso salió – casi a
empujones –y fue recibido con silbidos que sirvieron para incrementar su mal
humor. Después de actuar alrededor de 30 minutos, se levanta del asiento y sin
decir ni una palabra se agarra del brazo de su manager personal, que había
salido a su encuentro y abandona el escenario. Se encienden las luces y todos
pensamos que era un descanso, pero, pasan 20 minutos y Feliciano que no sale.
Me acerco a los camerinos y me dicen que
Feliciano se había marchado al hotel. El concierto había terminado y el público
se quedó helado ante la “espantá”. Mientras que yo, me remonto al éxito
obtenido doce años antes por una audición, que tuvo más gente que en el
concierto del artista en directo. ¡Cosas!.
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